Echando la vista atrás, todo empezó para mí en 2007 con un modelo de negocio sorprendentemente estable. Vendía hardware Apple reacondicionado y tenía un contacto directo con Apple. Más concretamente, alguien que se encargaba del departamento de reacondicionados en aquel momento. No era una relación anónima, sino una relación de trabajo con acuerdos claros. La mercancía tenía demanda, los precios eran realistas y los márgenes sólidos, medidos en función de lo que vendría después.
Este modelo tenía una ventaja decisiva: era flexible. Los productos eran más baratos, el grupo destinatario era sensible al precio, pero agradecido, y las expectativas estaban claras. Nadie esperaba mucho brillo, sino funcionalidad. Esta suele ser la fase más saludable para un empresario: costes manejables, procesos claros, pocas ilusiones.