Cuando se ve hoy a Jan-Josef Liefers como el excéntrico profesor Boerne en „Tatort“, es fácil olvidar cuánto tiempo le costó llegar hasta allí. Yo mismo siempre he disfrutado viéndole en este papel: como una mezcla de sutileza, narcisismo, humor y asombrosa claridad. Pero esta mezcla no surge de la nada. Es el resultado de una vida que empezó en una Alemania completamente distinta: en la RDA, en un país con fronteras estrechas y directrices claras.
Para entender por qué Liefers adopta hoy una postura tan coherente, hay que remontarse a su infancia, al mundo del teatro de sus padres y a una época en la que las críticas al sistema eran de todo menos sin consecuencias.